Amable lector, amable lectora (sí, usted, el que está ahí, leyendo con un tazón de sancocho al lado), permítame contarle un secreto: la hipertensión arterial es como ese vecino entrometido que se cuela en su casa sin avisar. Un día llega, se sienta en su sofá, le sube el volumen al televisor y, si no lo corre a tiempo, se queda a vivir para siempre.
Pero ¡no se asuste! Que aquí no hablamos con cara de susto, sino con alegría de mango verde y consejos más útiles que un paraguas en temporada de lluvias.
1. ¡Muévase, que el cuerpo no es un mueble!
Si usted es de los que confunden el sillón con un altar y la caminata con un deporte extremo, tenemos un problema. El ejercicio no es solo para atletas ni para esos señores que corren en mallas ajustadas al amanecer. Bájese del bus una cuadra antes, baile como si nadie lo viera (aunque el perro lo mire con pena) o, si le da vergüenza, camine como si estuviera buscando algo que nunca perdió. ¡El corazón le agradecerá el gesto!
2. La sal: esa traicionera de sonrisa blanca
La sal es como el chisme: un poquito le da sabor a la vida, pero mucho la arruina. No se trata de volverse ermitaño de los sabores, sino de no convertir cada comida en un concurso de quién aguanta más lo salado. Pruebe con hierbas, ajo, limón… ¡o hasta con cariño! (que, aunque no lo crea, también sazona).
3. La panza no es bodega
Comer más de la cuenta es como llenar un saco hasta que reviente: algo va a terminar mal. No le digo que viva de lechuga y aire, pero evite que su plato parezca un monumento al exceso. Frutas, verduras, granos… ¡hasta un hallaquita de vez en cuando! Pero con medida, que la barriga no es un depósito de arepas.
4. El estrés: ese enemigo silencioso (pero muy gritón)
Si usted vive más estresado que un gato en una tienda de ropa, su presión va a subir más rápido que un niño en un columpio. Respire hondo, cuente hasta diez (o hasta mil, si es necesario), ríase de sus problemas como si fueran chistes malos y, sobre todo, no se tome la vida tan en serio. Al fin y al cabo, como decía mi abuela: *"Lo que no tiene solución, ¡solucionado está!.
5. El tabaco y el trago: esa pareja de malandrines
Fumar es como pagarle a alguien para que le arruine los pulmones, y el alcohol en exceso es como prestarle dinero a un conocido poco confiable: **nunca termina bien**. No hace falta volverse monje, pero **menos humo y más aire fresco, menos copas y más agua de coco**.
Porque la vida es un vals, no un trompo en raya
Querido amigo, querida amiga , de la presión bien portada, **cuidarse no es sufrir, es quererse con gracia y alegría**. La hipertensión no avisa, pero usted sí puede prevenirla. Así que **bájele al estrés, súbale al movimiento y mantenga el corazón tan contento como un niño con una paleta de dulce nueva**.
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